jueves, 24 de septiembre de 2020

AUTORRETRATO

  


Me contiene un pequeño molde de arriba abajo,
de mayor proporción hacia los lados.
Mis manos huelen a grafito, madera y goma,
y mi sangre a libertad y sueños.
Soy ladrona de frases de cajón,
experta en cortarme en la cocina,
aficionada al frío de las tardes de lluvia y al calor del vino,
amante del silencio y de las buenas charlas a la vez.
Con poca fuerza de voluntad para abandonar la amargura del café tibio.
Torpe para atrapar indirectas pero
de las mejores alumnas de la escuela del llanto.
Con amplia habilidad para confundirme ante ciertas miradas, pero
con pocas aptitudes para impedir que éstas ericen mi piel.
Comenzadora de historias en mi cabeza y en las guardas de los libros, 
coleccionista de buenas intenciones.
Adicta a los abrazos y besos de aquella que en mi vientre habitó.
Así soy yo.

martes, 16 de junio de 2020

IDEAS [SUELTAS, INCONCLUSAS] CON LAS QUE SE HABITA EL MUNDO




Para mí [y quizá para todos sea así] es difícil separar mi modo de habitar y desplazarme en este mundo de mis concepciones de la realidad; sin embargo, a veces he sentido que no me muevo en éste de forma consciente, sino que las circunstancias me van llevando, y esto puede ser bueno, pero también puede hacer que termine participando en dinámicas que van en contravía de mi cosmovisión. Sé que somos seres hechos de contradicciones, pero yo anhelo -al menos- intentar desde la cotidianidad ser coherente con las representaciones que me configuran.

Pienso que las ideas cambian el mundo, y no quisiera conformarme con tener una idea que crezca, sea exitosa y se acomode al aparato que ya funciona; me cuestiono si, en aras del éxito, debemos acomodarnos a las realidades o, si mejor, desde el escenario que construimos podemos intentar ajustar la realidad para que se acomode a nosotros, para que responda a cómo soñamos el mundo en el que habitamos; a veces me pregunto si vale la pena poner tanto esfuerzo para encajar, y que en nombre del éxito terminemos perteneciendo a un sistema que explota, que promueve la inequidad, que nos ha robado todo lo divino bajo la consigna del rendimiento, la producción; ¿acaso lo malo del sistema de verdad es no pertenecer a él o es el sistema lo que está mal, muy mal?, además ¿qué es el éxito?

Creo en el poder de transgredir el orden, [desde lo personal, me he visto haciéndolo y he podido reconocer el sosiego de la liberación], creo que soñar todavía, sabiendo cómo va este mundo, es un acto de resistencia, y eso me da esperanza, me mueve.

Hay muchas prácticas social y culturalmente naturalizadas que atentan contra la dignidad humana; pienso, por ejemplo, en cómo las jerarquías favorecen a unos y desfavorecen a otros, qué bueno crear algo en el que ensayemos relacionarnos de otra manera; me he encontrado diciendo que estoy cansada de liderar, y no lo hago desde la frustración de una derrota, sino desde la consciencia de cómo los liderazgos a veces acarrean nocivas jerarquías que desconocen el potencial de otros, de todos, para estar a cargo. Pienso en liderazgos compartidos, en dinámicas comunitarias que aprovechen lo mejor de cada uno en favor de un sueño común: trabajar desde lo que sabemos y lo que sabemos hacer por un mundo con más justicia social.

Y ahí va una utopía por la que quisiera trabajar: la justicia social; esto sin pretensiones filantrópicas, que son a la larga un modo de jerarquía desde una bondad arrogante, y un mecanismo presumido que le hace juego al sistema que no se ocupa de lo que debe. Trabajar por la justicia social implica reconocer que los otros no son simples desvalidos que necesitan nuestra ayuda como superiores, sino que esos otros son nosotros mismos, y tienen mucho que dar, y que es juntos como podemos construir y hacer caminos; implica también usar nuestros privilegios para ser voz; pienso que a veces la cobardía se disfraza de pesimismo y usa como arma el silencio que termina por avasallar al que con nosotros camina. Pienso todo esto, pero no siempre lo hago. En fin, la incoherencia.

Esta cita de la escritora feminista Silvia Federici condensa de buena forma algunas de estas ideas: “Por eso, hay que repensar las actividades que nos reproducen en el contexto de otra lógica, capaz de generar otro sentido común, capaz de demostrar que se puede crear una sociedad sin explotación, sin jerarquías, fundada sobre un principio de justicia social”

Últimamente, he reflexionado sobre la autoexplotación a la que nos sometemos en aras de perseguir un sueño que termina no perteneciéndonos; han llegado a incomodarme los afanes de rendimiento, incluso desde lo académico, que convierte en competencia la pasión, y termina siendo la pasión por competir; creo en el sosiego de disfrutar lo que se hace sin la presión de la productividad certificada.

He pasado algunas horas repasando las ideas de la cuarta revolución, que dicen se avecina, si es que ya no estamos inmersos en ella; me abruman las habilidades visionadas como esenciales para sobrevivir a este fenómeno, pero me ilusionan otras tesis que la avizoran más humana; al fin de cuentas, con tanta tecnología hemos logrado aprender, ver y escuchar a través de las pantallas, pero seguimos requiriendo la experiencia del encuentro humano para percibir el perfume que nos atrae, acariciar, abrazar, besar y fundirnos en ese o esa que amamos. También se habla de la economía del cuidado en la cuarta revolución, que pone sobre la mesa la necesidad de visibilizar la preponderancia de las tareas domésticas, de reproducción, de crianza, en la construcción de sociedad; de esta revolución quiero ser parte.

Un asunto que me ha llegado a incomodar, por lo falaz, lo tramposa que a veces resulta es la democracia, que no deja de ser la “tiranía de la mayoría”; valdría la pena practicar otros modos de decisión en comunidad; no sé si la unanimidad pueda ser uno de ellos, o qué tan posible, verdadero o sano pueda resultar. He pensado en cómo la búsqueda de libertad puede coexistir con estos modos de relación para que el individuo en comunidad pueda sobre todo ser; ¿y qué implica la libertad?

La primera vez que hablé sobre la mayoría de estas ideas lo hice en medio de una charla con amigas y amigos, la conversación me conmovió y el afán por retener las lágrimas afectó -pensé en ese momento- el mensaje. Me molesté conmigo misma por esto, luego caí en la cuenta de que consideraba que la manifestación de emoción restaba peso a mis argumentos, porque este comportamiento es visto como débil, codificado como femenino. La escritura de este texto me ha permitido comprender que quizá éste sí sea un comportamiento propio de mujer, pero no equivocado, quizá el error está en creer que la exposición de emociones socava los argumentos y en no reconocer cómo éstas pueden ser el perfecto paratexto de las tesis humanas.

Johana Cifuentes

*Advertencia: Es probable que en mucho de esto no tenga razón, y puede que me cueste aceptarlo, he leído que a veces solo buscamos sustentar las ideas que ya tenemos; lo que valida e invalida a la vez esta proposición.

Alimento para el pensamiento: “Investigadores de la Universidad de Yale han señalado que la gente con estudios superiores se muestra más inquebrantable que nadie en sus convicciones. Al fin y al cabo, la educación da herramientas para defender las opiniones. Las personas inteligentes tienen mucha práctica en encontrar argumentos, voces expertas y estudios que apuntalen sus creencias preexistentes, e Internet, con la siguiente prueba sólo a un clic de distancia, nos pone más fácil que nunca ser consumidores de opiniones similares a las nuestras”. (Rutger Bregman)

lunes, 1 de junio de 2020

ELOGIO A LO NUEVO - JUST A QUOTE


Esta cita del libro Yo maté a Sherezade de Joumana Haddad resume de buena manera, para mí, lo que es la vida, las nuevas experiencias que nos recuerdan el sentido de la existencia, que seguro no es producir ni tener, sospecho que tiene que ver más con SER.