Admito
que en la mayoría de las elecciones, sean para escoger alcalde, gobernador, representantes,
o lo que sea, he votado en blanco. Salvo en una ocasión en la que mi hermano se
postuló al Concejo de Valledupar, se puede decir que he participado activamente
en la política. Pero, definitivamente, el político no ha sido mi escenario favorito, pues tengo mis reservas
frente a la concepción y manejo que le dan en Colombia a esta actividad.
Y
es que en la política a la colombiana (a la cesarense) he visto de todo: Candidatos
que posan de “amiguis para toda la vida”, van, vienen, visitan, se sientan en
cualquier silla e incluso en el suelo, saludan, se los encuentra uno hasta en
la sopa, y siempre sonrientes, siempre un apretón de manos, siempre muy
amigables.
Candidatos
que buscan amigos, o integrantes de comités de aplausos, que llenan casas u
otros lugares en reuniones, en las cuales este primero, promete, y promete, ¿Y
las propuestas? No son lo que interesan, el candidato se sube a una tarima, o
se ubica al frente, a hablar sobre lo mal que estamos y lo bien que pudiéramos
estar. Sus propuestas no tienen fundamento, porque se limita a prometer; a
prometer cosas para las que ni siquiera estaría facultado si llegara a ser
elegido. Y claro está, a las reuniones llevan conjunto vallenato, comida, y
bebida; la gente pide consultas y medicamentos, cemento, trabajo; poco se
ahonda, o revisa el plan de gobierno propuesto.
Los
amigos van detrás del candidato a todas partes, pregonando sus lemas de campaña,
que por lo general son que “¡Si se puede!, o que ¡Ahora si!, que “¡Este es el momento!,
o que ¡Vamos a estar mejor!… pero en realidad sus propuestas no son coherentes
con sus lemas, ni están organizadas para conseguir todo eso que promete. Son
finalmente, promesas estériles porque el candidato se endeuda tanto, que cuando
es elegido, se dedica a pagar favores, y a cobrar su propio desgaste. Y claro
está, sus amigos, cobran a su manera, también, todo ese “van-detrás-del-candidato-a-todas-partes”.
Esas
son algunas de las razones por las que yo, me he apartado de la política, o
mejor sería decir, de la politiquería, porque ese ejercicio que acá se realiza
es lamentable, y no creo que se compadezca con los fines para los cuales nació
este “arte de gobernar”.
Pero
este año, caminando por las calles del Cesar, me puse a pensar que tal vez mi
actitud ayuda poco al municipio y al departamento; alejarme, asquearme, votar
en blanco solo por hacer uso de mi derecho al voto, agradeciendo a las mujeres
que pelearon por éste, ¿En qué ayuda?… y
creo que no ayuda en nada, o mejor, ayuda a esos candidatos que a punto de
promesas, parranda, tamales y sopa se hacen elegir, sin que nadie los increpe o
les exija comprometerse, desde su plan de gobierno, con un proyecto serio de
ciudad, de departamento, que nos permita realmente avanzar como sociedad.
Por
eso este año, estoy decidida a buscar un candidato, para votar por él o ella en
las próximas elecciones, un candidato a quien pueda apoyar, con las
restricciones que me impone ser empleada pública, pero con el deber y derecho
que me asiste como ciudadana.
No
me arriesgaré a defenderlo, porque para empezar, desconfiaré de lo que pueda
llegar a ser y a hacer; pero votaré por él o ella si se compromete públicamente
con la educación de Valledupar y el Cesar; y lo deja por escrito en su plan de
gobierno y en tantos medios como le sea posible.
No
le pediré a este candidato que conozca de “pe a
pá” el estado de la educación en la región, pero si le pediré que
conozca sus generalidades, que no utilice la educación en sus discursos, solo
porque suena bonito, sino porque sabe qué acciones puede emprender para
lograrlo.
Que
conozca el estado de las condiciones básicas de las instituciones
(alimentación, transporte, tecnología, infraestructura), y que también tenga
conocimientos y habilidades acerca de cómo destinar y obtener recursos para
mejorarlas.
Que
tenga claro cómo estamos en términos de calidad en cada uno de los niveles
educativos, pero que no se contente con saberlo, sino que conozca cómo hacer para
mejorar y que tenga el firme compromiso de hacerlo.
Que
no solo se comprometa a destinar recursos para la educación, sino que el
destino sea pertinente, justo, transparente.
Que
se comprometa a tener personas en su gabinete, que compartan sus mismas ganas y
capacidades de trabajar firme y con convicción por la educación del Cesar y
Valledupar.
Que
conozca aciertos y desaciertos de sus predecesores y que utilice esta
información como insumo para su accionar frente al tema educativo.
Porque
señoras y señores, solo con mejor educación lograremos avanzar como sociedad; necesitamos
una mayor fuerza que dinamice esta región, y ese potencial reside principalmente
en ciudadanos: niños, jóvenes, mujeres y hombres, mejor educados.
Ojalá
encuentre yo un candidato, o mejor aún, encontremos todos unos gobernantes así: Valledupar y el
Cesar lo necesitan y lo merecen.