Hoy en el día de la
Mujer, y sin intención de victimizarnos, comparto la siguiente reflexión tomada
de algunas notas sueltas que he escrito por allí:
Indudablemente, hay una deuda histórica de la
humanidad con las mujeres:
- Hemos sido ofrecidas como sacrificio;
nos han tomado como botines de guerra
- ·
Nos han tratado como seres de
inferioridad intelectual, moral, física. Recordemos que los reyes (y algunos
que no lo eran) preferían (o prefieren)
tener hijos hombres antes que mujeres.
- ·
Hemos sido infantilizadas, tratadas
muchas veces al mismo nivel de los niños; si no, investiguemos cuántas mujeres han
sido golpeadas o castigadas por los hombres de formas similares a las que lo
hacen con sus hijos. Azotar a “sus” mujeres fue en un tiempo, incluso un
legítimo derecho del hombre: el hombre como dueño y señor de su esposa.
- ·
Nos ha sido negado, en muchas épocas,
el derecho a elegir marido.
A veces por
convicción, otras veces por el gran poder que ejerce la costumbre sobre el ser
humano, se siguen presentando prácticas similares y muchos lo encuentran “normal”.
Sin embargo, no podemos desconocer los progresos que hemos vivido frente a este
tema; en especial podemos hablar de un progreso del sentimiento frente la
situación, aunque no necesariamente aún con la consecuente actuación, pero el
hecho de que el mal, aunque practicado, ya no sea tan proclamado nos habla de
avances importantes para nuestra sociedad.
Con todo esto, la
búsqueda de la mujer debe encaminarse, entre otras cosas, a la libertad del
pensamiento, y es allí donde considero que aún estamos, en deuda con nosotras
mismas. Para que exista esta libertad es
necesario que nutramos nuestra mente con experiencias, con lecturas, con
estudio, con proyecto de vida. ¡Que nuestra fuerza interior y nuestras virtudes
sean enriquecidas con la razón!
No se trata de que
las mujeres busquemos lugar fuera de nuestros hogares o nuestros roles actuales,
creo que no es ese necesariamente el camino. Se trata más bien de buscar, gestar y
tener opciones, de tomar decisiones, y principalmente de no dejarnos acorralar
por la idea establecida de que nuestro destino está escrito.