martes, 12 de marzo de 2024

Respuesta a una amiga: a propósito del “Día de la mujer”

 

Una amiga muy querida, maestra de secundaria en una escuela pública de Colombia, me escribe el 7 de marzo casi a las diez de la noche el siguiente mensaje:

                                           (Tengo autorización de mi amiga para usar esta imagen)

A esa hora probablemente yo ya estaba dormida o, en todo caso, ya estaba desconectada del móvil. Sin embargo, su pregunta me quedó resonando y esta publicación, algunos días después, es mi respuesta.

Alguna vez por el 8 de marzo escribí una publicación en este mismo Blog. Fue un ejercicio interesante, especialmente por las conversaciones con mujeres y algunos hombres que el escrito suscitó. Usualmente, el 8 de marzo, el 25 de noviembre y cada vez que puedo comparto en mis redes piezas gráficas y reflexiones acerca de los distintos tipos de violencias que padecemos las mujeres desde que estamos pequeñas. Sin embargo, debo confesar que a veces me canso. No siempre es fácil andar con la pancarta haciendo pedagogía y quizá por eso esta vez no pensé en publicar nada. Me doy el permiso de cansarme, pero sé que es un respiro y que debo seguir, me gusta seguir, necesito seguir, por mí, por mi hija y por mis sobrinas, por mis hermanas, mis amigas y todas las mujeres; porque nuestra lucha es colectiva y es aún muy necesaria, no me puedo rendir.

Así entonces, la respuesta, querida amiga es que no tengo algo escrito sobre el Día de la mujer. No obstante, me parece importante la pedagogía con estudiantes que te propones realizar para desterrar -aunque sea de a poco- esa idea instalada de celebrar “el Día de la mujer” en los colegios -y en tantos otros escenarios- con rosas, serenatas y mensajes sobre nuestra delicadeza, ternura, abnegación y tantas otras supuestas “virtudes” que juegan al servicio del patriarcado. Mientras de acciones y reflexiones, como dicen en nuestra tierra, “pocón, pocón”.

Ahora, aunque no preparé un escrito para la fecha, me gustaría recomendarte la lectura de algunos artículos de Biblioteca de señoritas, una revista semanal publicada en Bogotá entre 1858 y 1859. De acuerdo con los redactores, esta publicación constituye una urna o un depósito sagrado para cultivar las virtudes deseadas en las “jóvenes neogranadinas”, dueñas del “imperio de la hermosura y del corazón”. Así, dirigido a las jóvenes o a las señoritas, como se anuncia desde su título, la revista incluye artículos como “La coquetería” (Núm. 15), “La hipocresía” (Núm. 16), “De la cortesía” (Núm. 25), “Las crinolinas y los anticrinolistas” (Núm. 27) -recomendado para hablar sobre las modas-, y un par más que mencionaré en este texto, entre otros que buscan instruir a las jóvenes sobre diversos asuntos, morales e intelectuales.


Sé que parece que estas publicaciones son de una época muy remota, y pues sí, son de hace dos siglos; han pasado más de 160 años desde su divulgación. Aun así, por increíble que parezca, estos textos que te propongo pueden promover conversaciones interesantes con tus estudiantes e incluso pueden resultarnos vigentes y, lo más importante, ayudarnos a entender el presente para transformar el futuro.

Me gustaría referirme ahora a un artículo publicado en el número 29 de la revista, el 17 de julio de 1858, que lleva por título “Crisis matrimonial”. Supongo que, como lectora juiciosa, ya estás elaborando hipótesis sobre el contenido del texto. El artículo, firmado bajo el seudónimo “Demócrito, hombre de letras (de cambio)”, trata de explicar la crisis que enfrentan por ese entonces los casamientos; es decir, “los enlaces conyugales” entre un hombre y una mujer. No podía ser de modo diferente en la época. 

Según lo que cuenta Demócrito había por aquellos días un “inmenso sobrante de solteronas inamortizables”. La metáfora con el mundo financiero y todo el campo semántico relacionado con las finanzas desplegado en el texto: “déficit, bancarrota, libranza, negocio, transacción, quiebra, vales” podría parecer un artificio humorístico; sin embargo, si nos detenemos un poco en ello, podríamos establecer relaciones históricas entres los matrimonios y el mercado o la economía. Esto sin profundizar en que son las mujeres solteras, “las solteronas”, las que sobran. Si las alianzas son entre hombre y mujer, se asume que también hay solteros, ¿por qué ellos no son solterones? ¿Por qué no sobran?

El artículo intenta exponer las razones que distintos sectores alegan sobre la crisis; que los hombres buscan dotes, que pocas tienen; que las mujeres son muy vanidosas, con lo que espantan a los pretendientes que temen no poder complacer los costosos gustos de sus futuras consortes. También expone las posturas negacionistas de algunas mujeres que, “temiendo que la sociedad se declare en quiebra”, aseguran que  ¡la tal crisis no existe!

En todo caso, proclamándose patriota, el autor promete contribuir a la discusión, “viendo el embarazo en el que se encuentra el poder femenino”. Es decir, la crisis la experimentan ellas, aunque para casarse necesiten un él. ¿Tendrá alguna relación esto con la economía y las finanzas de las que el escritor ha hecho metáfora todo el tiempo? Así, intenta, como antes, mostrarse neutral, exponiendo razones de un lado y del otro, explicando la postura de un lado y la del otro. La causa antimatrimonial, sanciona Demócrito, no tiene que ver ni con “la falta de dotes de las señoritas [ni con] la metalización de los jóvenes”.

Concluye, entonces, que las causas verdaderamente antimatrimoniales están relacionadas con el hecho de que las jóvenes de ese entonces se estaban guiando más por cálculos a la hora de elegir pareja que “por los nobles impulsos de su corazón”. El problema era, entonces, que “cada año la cabeza [había] ido usurpando alguna pequeña parte al corazón femenino”. Así pues, la crisis matrimonial, que llevaría la sociedad al abismo, se debía a que las mujeres estaban usando cada vez más la cabeza, cada vez más su razón. Me han asaltado muchas preguntas al leer esta parte, ¿si usáramos más nuestra razón nos casaríamos menos? ¿Mejor no usemos nuestra razón y así conseguimos pareja? ¿Las relaciones amorosas no admiten raciocinio, especialmente de nuestra parte? 

El autor cierra proponiendo un decreto para superar la crisis matrimonial. Entiéndase que quienes debían corregir algo eran las mujeres, por lo tanto, era a ellas a quienes aplicaba lo decretado por Demócrito:

Artículo 1. El corazón volverá a tomar su lugar y la cabeza el suyo.

Artículo 2. Tanto el corazón como la cabeza tendrán un gobierno soberano e independiente. (p. 5)

Querida amiga, todo esto podría resultarnos gracioso, una broma decimonónica, si no supiéramos que en nombre del amor se violenta de múltiples formas a las mujeres. Si no supiéramos que, aún hoy, muchas mujeres llevan vidas miserables porque “así es el amor” y en asuntos del corazón, mejor no inmiscuir a la razón. Podría darnos gracia leer esos artículos si no se nos siguiera formando en la idea de que para tener un hombre en nuestras vidas es necesario hacer toda clase de sacrificios porque, nuevamente, así es el amor.

Por otra parte, la insistencia en obstaculizar la formación intelectual de las mujeres no se ha quedado en mero artículo de entretenimiento del pasado. En realidad, los esfuerzos por querernos ignorantes han sido y siguen siendo una manera sistemática como el sistema patriarcal ha buscado reducirnos. “Tomaré una esposa educada e instruida para hacer mi felicidad y la de mis hijos, pero Dios me libre de una bachillera” (5 mi énfasis) dice el autor de un artículo en el número 28 de esta misma revista, en el que justo se habla sobre una nueva “institución de señoritas” que está por ser abierta en Bogotá.

La calidad de la educación que reciban las niñas y jóvenes en esta institución, dirigida por Mme Lassalle, será determinada por el despliegue de ciertas virtudes de parte de las discípulas del plantel, “recato, honestidad, trato ameno, maneras corteses y amor al trabajo”, pues que las mujeres posean estas cualidades “asegura la felicidad de la familia”. El autor del artículo señala que vigilará la marcha del establecimiento, para lo que recomienda enfáticamente prescindir de la formación en “variados conocimientos en Química, Física, Historial natural”, pues este tipo de educación es “frecuentemente origen del ridículo e insoportable bachillerismo”. De allí lo que citaba antes sobre la plegaria de este escritor para que Dios lo librara de una bachillera.

Me pregunto, amiga, cuántas de esas estudiantes con las que trabajas en 11º, cuántas de nosotras, tememos mostrarnos “bachilleras”, porque finalmente como reza el dicho “mujer que sabe latín no tiene marido ni tiene buen fin”. ¿Cuántas jóvenes y mujeres temen la oportunidad de ser dueñas y constructoras de conocimiento, con tal de que un “él” no se asuste de ellas, de sus capacidades, de su potencial? ¿Cuántas mujeres se empequeñecen con tal de obtener o mantener el sobrevalorado enlace del matrimonio?

Es cierto que han pasado más de 160 años desde que estos textos fueron escritos, pero aún estas ideas, especialmente en la construcción de uniones, siguen vigentes. Antes, como ahora, estas alianzas suponían -en muchos casos- la mejor vía para asegurar la subsistencia. Históricamente, las mujeres hemos padecido dependencia económica -aunque pareciera que esto ha ido cambiando y cada vez nos arrogamos el derecho de tener “nuestra habitación propia”-. Antes, como ahora, por razones similares o distintas, tener pareja, casarse, tener hijos, ha sido símbolo de éxito para las mujeres; no cumplir con alguna de estas categorías nos convierte en incompletas y anómalas.

Así pues, querida amiga, no tengo algo escrito para el “Día de la mujer”, pero aplaudo tu iniciativa de traer textos a la clase para discutir con tus estudiantes y te sugiero leer con ellas y ellos los artículos de la Biblioteca de señoritas que he mencionado en este escrito. Es importante conmemorar esta fecha con acciones reflexivas el 8 de marzo; pero, al mismo tiempo, es necesario reconocer que no se necesita un día específico para hacerlo, cuando estas situaciones y opresiones hacen parte de nuestra cotidianidad, del día a día de niñas y mujeres. Cualquier día viene bien realizar este tipo de ejercicios, por eso sé que mi respuesta a tu pregunta del 7 de marzo llega aún oportuna. 

Te abrazo, querida amiga.


Para consultar

https://babel.banrepcultural.org/digital/collection/p17054coll26/id/3249

Anónimo (1858) Biblioteca de señoritas “Colegio de Santa Ana” Año I. Núm. 28, p. 13-14

Demócrito, hombre de letras (de cambio) (1858) Biblioteca de señoritas.  “Crisis matrimonial”, Año I. Núm. 29, p. 4-5

Nota: En las citas textuales, he actualizado la ortografía de algunas palabras al español de hoy para facilitar su lectura.


sábado, 7 de mayo de 2022

Del amor maternal y otros constructos…

 

La maternidad puede ser considerada como un constructo social y cultural, a la que le son atribuidos ciertas prácticas y actitudes, asociadas al ‘amor maternal’, que han sido entronizadas como naturales, instintivas; asociadas a lo biológico y, por tanto, consideradas como inmutables, unívocas y universales. Cualquier conducta por fuera de este ideal es considerada como antinatural y, por consiguiente, rechazada y repudiada. Esta construcción ha sido objeto de aproximaciones desde diversas disciplinas tales como la antropología, la historia, los estudios culturales, la sociología, entre otras, que incluyen una perspectiva y problematización desde los feminismos, tales como la propuesta por Adrienne Rich, quien distingue entre dos significados de la maternidad: uno asociado al poder, y el otro a la institucionalidad, que derivarán en la acción de la maternidad como experiencia:


Trato de distinguir entre dos significados de la maternidad, que se superponen el uno al otro: la potencial relación de cualquier mujer con sus poderes de reproducción y para con sus hijos; y la institución, que busca asegurarse de que el potencial -y todas las mujeres- permanezcan bajo el control masculino (Rich 13 - mi traducción)


La maternidad como poder de reproducción está asociada a la capacidad de las mujeres para albergar a otro cuerpo; la capacidad biológica de procrear, parir, amamantar. Todas y todos “nacemos de mujer”, como lo resalta Rich desde el título de su libro; y ese poder, que nos conecta con lo natural y lo divino, causa algo que podríamos denominar como la ‘frustración masculina occidental’. En la versión de Medea de Eurípides, encontramos dicha frustración representada en estas palabras de Jasón: “Los hombres deberían engendrar hijos de alguna otra manera y no tendría que existir la raza femenina: así no habría mal alguno para los hombres” (573-576).

Es importante destacar que la frustración se coaligue con el deseo de la reproducción o la sucesión. Se trata, entonces, de “tener” hijos, como propiedad; idea que puede asociarse al ideal capitalista de productividad y legado: la familia “reproduce biológicamente a los productores” y con los hijos se participa del sistema occidental de herencia (Castien 240). También se trata de la ansiedad por la imposibilidad de absoluta certeza sobre la consanguinidad.

Así, el poder derivado de la maternidad causa una especie de ansiedad desde la mirada masculina, al no ser un poder basado en relaciones dominante-dominado; sino que es un poder de transformación y vida. Al patriarcado le cuesta entender un poder así, pues sus maneras son la guerra, la violencia, la muerte.  Por esta razón, en un sistema tan fuerte como el patriarcal, el poder de la maternidad es subvertido, alienado y convertido en institución.

Al convertir la maternidad en institución, hilos y voces invisibles tejen “el deber ser” de las madres, prescribiendo y proscribiendo acciones, actitudes y conductas, que, de alguna forma, cobran caro a la mujer el poder de su maternidad. La maternidad como institución es erigida como una función que la madre cumple, principalmente subordinada y sujeta a la cultura y tradición masculina (Alarcón 184).

Uno de los principios que han fortalecido la idea de la maternidad como institución es la revalorización de la infancia, que ha asignado a la maternidad un matiz de responsabilidad por el futuro de las naciones. Los niños, al ser vistos como futuro, son la esperanza; y sus madres, las responsables de este futuro por el que deben hacer toda clase de sacrificios.

Es así como, incluso, a través de discursos científicos se ha buscado disciplinar a las madres, recargándolas de todo el trabajo físico y emocional que supone criar a un ser humano, tan dependiente como es al nacer, y tan necesitado de cuidados y protección para crecer. Pero, para la maternidad vista como institución, las mujeres no se cansan, pues poseen el llamado ‘instinto maternal’, que les es inculcado desde niñas. Las mujeres, desde su infancia, son vistas como madres en potencia.

Acerca del instinto maternal, que ha devenido en ‘amor maternal’, para suavizar el tono primitivo del término “instinto”, Victoria Sau, (citado en Saletti) explica cómo este:

es infravalorado por instintivo, natural, que no requiere esfuerzos para ser adquirido. A la vez es una exigencia para las mujeres, a las que se les acusa de «malas madres» si no demuestran las formas de amor esperadas por la sociedad. Es una maternidad vigilada y necesaria para mantener el modelo patriarcal. (Saletti 152)

Al naturalizar la maternidad como el deseo de realización más puro en una mujer y que, por tanto, merece todo clase de sacrificios, poco se habla sobre el desgaste físico que supone la gestación, tan cercana, por sus síntomas a una enfermedad. La maternidad desde la perspectiva de institución es no solo proclamada como el destino naturalmente anhelado por toda mujer, sino como una experiencia maravillosa; una situación idealizada, en donde la mujer recibe protección, que es todo lo que ella necesita, desconociendo los retos en la gestación y crianza, y la agotadora tarea del cuidado.

Uno de los grandes problemas de la maternidad institucionalizada, como lo advierte Rich (42), es que apela al ‘instinto maternal’ de las mujeres que las hace desprendidas de sí mismas y no reconoce en ellas ni su inteligencia ni la búsqueda de su autorrealización como individuos; lo que finalmente aporta a la devaluación de la mujer, reduciéndola a productora de hijos; hijos para la productividad y la guerra; en palabras de Salleti:


Al designar el ser madre como un hecho estrictamente natural, la ideología patriarcal sitúa a las mujeres dentro del ámbito de la reproducción biológica, negando su identidad fuera de la función materna. (174)

Todo esto pone en evidencia las tensiones que las mujeres experimentan y que, en contravía con la institución, las lleva a no aceptar que su único destino sea ser madres, o que no estarán completas si no lo son. También nos planteamos, y ya aquí me incluyo, ejercer la maternidad desde una posición feminista, en la que reconocemos nuestro derecho a sentirnos cansadas, en la que negamos poseer superpoderes, y no nos interesa tenerlos. Ejercemos nuestra maternidad desde una posición en la  que nos damos nuestro lugar, en la que no nos negamos a nosotras mismas, ni nos disculpamos por seguir nuestros sueños, por tener intereses propios. Nos planteamos, además, no parir más hijes para la guerra, para el monstruoso capitalismo; no criar más hijas para el patriarcado.

 La transgresión a lo normativo en el ejercicio de la maternidad es necesaria para detener la reproducción de la jerarquía de género y refundar una nueva lógica para la vida.  Ser “mamás feministas” corta con un ciclo de visión de mundo patriarcal, en el que la familia heterosexual, la maternidad como destino de las mujeres, les hijes como propiedad, los hombres como legítimos dueños de las mujeres y de la tierra, son ideas reproducidas de generación en generación, específicamente a través de la crianza y educación patriarcal. En detener este ciclo puede estar la esperanza de la humanidad.

Ser "mamás feministas" es un acto de amor propio, en el que abandonamos la maternidad institucionalizada que se nos ha impuesto, para reencontrarnos con nosotras mismas. Esta posición implica repensar las formas como habitamos el mundo, revisar otras maneras de movernos en él, con un espíritu y una energía femeninas, en donde, independientemente de nuestra condición sexual biológica, se celebre y valore la vida en armonía con la naturaleza, que permitan nutrirla y preservarla, libre de dominación y violencias. Quizá una mejor manera para habitar el mundo ya exista, o quizá sea necesario inventarla. Mientras lo descubrimos, ¡desobedezcamos!

                                                                  Bibliografía 

Eurípides. Medea. Trad. Ramón Irigoyen. Barcelona: Penguin Clásicos, 2015. 

Alarcón, Norma (2015). “Chicana’s Feminist Literature: A Re-vision through Malintzin/or Malintzin Putting Flesh Back on the Object”. This bridge called my back. Writings by radical women of color. Ed. Cherríe Moraga and Gloria E. Anzaldua. Albany: State University of New York Press. 181-189. 

Castien, J.I. (2001): "Familia y reproducción del capitalismo", Política y Sociedad, 36, pp. 239-255. 

Rich, Adrienne. Of Woman Born: Motherhood as Experience and Institution. New York: Norton & company, 1986. Print. 

Saletti Cuesta, Lorena. Propuestas teóricas feministas en relación al concepto de maternidad. Universidad de La Laguna. 2008 [Fecha consulta: 10 de noviembre 2021].


Eu

jueves, 24 de marzo de 2022

Sobre el uso obligatorio de la falda en los uniformes escolares femeninos

 

Desde los albores de la educación femenina en Colombia en el siglo XIX, las normas sobre el uniforme escolar han proscrito la falda como código diario de vestimenta. Este uso obligatorio de la falda, además de causar incomodidades a las niñas al realizar algunas actividades, coarta el libre desarrollo de su personalidad y perpetúa desigualdades basadas en el género.

Aunque el Ministerio de Educación y la Corte Constitucional se han pronunciado respecto de la obligatoriedad de los uniformes escolares, hasta ahora estas regulaciones se han hecho bajo consideraciones económicas, sin tener en cuenta asuntos de género involucrados en esta discusión, posibilitando que aún en los “manuales de convivencia” de las instituciones educativas siga instalado el uso de la falda como vestuario obligatorio para las niñas, con todo lo que ello implica. En esta entrada revisaremos cada uno de estos asuntos para proponer acciones desde el derecho y la pedagogía, que ayuden a superarlos.

Pasado y presente de los uniformes escolares femeninos en Colombia

El Colegio de la Merced, primera institución educativa femenina en nuestro país, durante su funcionamiento en los siglos XIX y XX estableció de manera detallada diferentes aspectos respecto de los uniformes de sus estudiantes, tal como lo muestra la siguiente línea de tiempo:

Ilustración 1. Uniformes Colegio Femenino La Merced - siglos XIX y XX

Como puede verse, la indumentaria que vistieran las niñas era bastante específica en cuanto a estilo, colores, etcétera, y en todos los casos se reglamentaba la falda. Este código de vestimenta respondía a lo esperado de las estudiantes. Entre las “Obligaciones de las Niñas” consagradas en el reglamento de este colegio en 1832, se establece que “[l]as niñas… en todos los actos darán prueba de recato, de modestia y de virtud” (Acuña 47). Así, el uniforme escolar respondía a los valores femeninos altamente deseados y por tanto promovidos en la época.

Hoy día, en los “manuales de convivencia” de las instituciones educativas, si bien no necesariamente se delinea con tanto detalle el vestuario que las estudiantes deben usar, se insiste en el uso de jardineras y faldas como reglamentario para ellas. Por ejemplo, en la página web del Colegio Glenn Doman de Bogotá, en su sección de “Uniformes”, bajo la siguiente advertencia: “El uniforme completo es de obligatorio cumplimiento por todo el alumnado...”, se ilustra así el uniforme de las niñas:

Ilustración 2. Uniformes Colegio Glenn Doman. Fuente https://colegioglenndoman.edu.co/uniformes.html

Podemos ver entonces, cómo a través de la historia, en Colombia se ha reglamentado la falda como código de vestimenta para las niñas en la escuela, en una dinámica de obligatoriedad. Llama la atención que al escribir en el buscador de Google: “niña en uniforme escolar”, la gran mayoría de imágenes producto de la búsqueda muestran a niñas utilizando falda, confirmando que es lo normalizado.

Algunas implicaciones del uso obligatorio de la falda para las niñas

Sin pretender ser exhaustiva, pero para ofrecer mayor ilustración sobre la problemática, en la siguiente infografía relaciono algunas ideas en torno a lo que puede implicar el uso obligatorio de las faldas para las niñas:

Ilustración 3. Algunas implicaciones del uso obligatorio de la falda para las niñas en la escuela. Fuente: Elaboración propia

Normatividad y jurisprudencia relacionada con el asunto

El Artículo 44 de la Constitución Política de Colombia, establece como derechos fundamentales de los niños (y las niñas), la educación, la cultura, la recreación y la libre expresión de su opinión (Énfasis). Sin embargo, su voz no es escuchada cuando se trata de la escuela.

Por otra parte, la Directiva Ministerial No 07 de 2010, emanada del Ministerio de Educación, señala que las instituciones educativas, desde sus “manuales de convivencia”, pueden exigir un uniforme para uso diario y otro para deporte, y que no puede negarse el cupo o la asistencia a un estudiante que por condiciones económicas no pueda portarlos. Esta orientación exime el uso de uniformes por causales económicas, y no aborda el asunto desde una perspectiva de género.

Al respecto de los “manuales de convivencia”, la Corte Constitucional en su sentencia T-565/13 trata el tema del libre desarrollo de la personalidad. En las consideraciones y fundamentos de la sentencia, además de reiterar la “prohibición constitucional para imponer una apariencia física particular del educando a través del manual de convivencia”, la Corte vincula aspectos de la dignidad humana en relación con el derecho a la identidad sexual y de género. Estas consideraciones se centran específicamente en regulaciones asociadas a los cortes de cabello y uso de maquillaje, dado el caso concreto de la sentencia.

No obstante, los argumentos de la mencionada sentencia en cuanto al libre desarrollo, la dignidad humana, la identidad, entre otros, así como las demás consideraciones aquí expuestas, podrían tenerse en cuenta como base para una legislación específica respecto del uso obligatorio de la falda para las niñas en la escuela.

Así, se apela por una legislación sobre la no obligatoriedad de vestuario con códigos específicos según el género en la escuela, que promueva la autonomía de las niñas y vele porque ninguno de sus derechos sea vulnerado. Esta debe ir acompañada de acciones pedagógicas que insten a diferentes actores de la comunidad educativa a comprender, alentar y celebrar la diversidad. Igualmente, se necesitan procedimientos claros para denunciar normas de los “manuales de convivencia” que atenten contra la integridad y derechos de las estudiantes. Esto, especialmente, considerando que en el imaginario colectivo pervive la idea de que las instituciones educativas tienen derecho a establecer las normas que deseen, siempre y cuando estén reglamentadas en sus “manuales”.

Finalmente, es importante que tanto en la legislación como en la cultura escolar, comunitaria y familiar se reconozca la agencia de las niñas y se haga visible cómo diferentes instituciones a través de diversos dispositivos siguen perpetuando roles de género que generan injusticia e inequidad, que afectan principalmente a niñas y mujeres, tal como el asunto tratado aquí respecto de los uniformes escolares.

 

 

Referencias Bibliográficas (y más)

https://view.genial.ly/622e859e3bb7cb0011fd9524







 





martes, 8 de marzo de 2022

Por favor, hoy no me felicites

 


Por favor, hoy
8 de marzo, no me felicites. Mejor, haz un regalo a la humanidad, a ti mismo, y revisa tus privilegios y tus concepciones, con las que ayudas a perpetuar roles de género y con esto la injustica y desigualdad entre hombres y mujeres, en favor, por supuesto, de los primeros. Te invito a responder estas preguntas y a invitar a tus amigos a hacerlo. No me felicites, por favor, mejor revísate, para empezar, en cuanto a estos tres aspectos:

1. ¿Crees que las labores de cuidado (del hogar, los hijos o las hijas) son cosas de mujeres? ¿Crees que las mujeres poseemos dones especiales que nos permiten limpiar la casa, hacer de comer, arreglar la ropa, estar pendiente de cada detalle de nuestras hijas y nuestros hijos, y de la vida social de la familia, en general? ¿Crees no solamente que tenemos dones especiales, sino que además disfrutamos haciendo todo esto casi que a la vez? ¿Compartes con tu pareja o con las otras personas con quienes vives las tareas de cuidado?

Hay estudios que muestran lo exhaustas que permanecen las mujeres por la sobrecarga de trabajo, en especial porque realizan o son responsables de todas las tareas del hogar, aun cuando convivan con otras personas. Esto, además de no tener sentido y ser injusto, dificulta el desarrollo pleno de las mujeres, lo que termina afectando a la sociedad.

Muchos hombres, en la construcción de nuevas masculinidades, han empezado ha involucrarse más en las tareas del hogar y del cuidado. En muchos casos se escucha alabanzas hacia estos hombres, cuando en realidad solo son adultos funcionales y responsables. Apenas ayer escuché a una compañera de trabajo decir “es que mi esposo me ayuda bastante con las niñas” ¿En qué escenario se diría de una mujer que es muy buena porque ayuda a criar a sus hijas? Estos detalles muestran la inequidad que existe en cuanto al cuidado, con las consecuencias que trae.

Así que hoy en vez de felicitar y dar una rosa a las mujeres con quienes vives, siéntate con ellas y organiza acuerdos de cuidado que permitan mayor equidad.

2.   ¿Crees que una mujer que va al trabajo sin maquillarse va mal presentada? Te sugiero revisar lo que hay detrás de esto. Y, claro, entiendo que tenemos esquemas reforzados por la cultura, por lo que habitualmente vemos. Pero también sé que podemos poner a tambalear esas certezas. Que se espere que una mujer vaya maquillada a donde sea es pensar en ella como un adorno, es pensar que existe para el deleite de las miradas de otras personas, es pensar que su cuerpo es tan anormal que para estar “presentable” debe maquillar su rostro. Y pues no, las mujeres no tenemos el rol de decoración ni de recrear miradas. Somos libres para vestirnos de acuerdo con nuestro gusto, y para maquillarnos si queremos, pero no estamos obligadas a ello, en ninguna circunstancia. Por favor, nunca te atrevas a decirle a una mujer que queda mal (poco profesional, como me han dicho) por no poner pintura en su cara.

3.   Finalmente, te invito a reflexionar sobre las relaciones sexo afectivas; aquí hay mucha lana por cortar, pero solo haré énfasis en la fidelidad. ¿Celebras con tus amigos o familiares hombres las infidelidades a sus parejas, pero te parece abominable y absolutamente reprochable que una mujer sea infiel? ¿Ves la doble moral aquí? ¿Coincides con Diomedes cuando dice que “yo sé que te he sido infiel, pero en el hombre casi no se nota”? Si la fidelidad es algo que se valora, debería valorarse en doble vía, en todas las personas de la relación, tanto si son hombres como mujeres. Hoy, en vez de felicitar y dar rosas a las mujeres con las que te encuentres, revisa tu manera de ver las relaciones afectivas.

En estas fechas de conmemoración, no queremos sentirnos halagadas, no queremos que nos recuerden nuestra dulzura, cómo embellecemos el mundo, o que se nos idealice por la capacidad de ser madres. En fechas como hoy, queremos reafirmar el camino que hemos emprendido hacia un mundo con justicia social, en el que ser mujeres no nos cueste nuestro desarrollo pleno, no nos cueste la vida.

Johana Cifuentes

lunes, 14 de febrero de 2022

Una historia...

 Escribí esto en 2012 o 2013, creo. Fue publicado en este sitio https://www.mineducacion.gov.co/1621/w3-article-325218.html. Y hoy decido ponerlo en mi Blog para celebrar que son 10 años ya haciendo una labor que me llena de satisfacción, orgullo y felicidad. 

Una historia que cuenta que la educación sí es el camino para la prosperidad

Johana Cifuentes Álvarez




Aún puedo recordar esos días en que mi mamá nos llevaba al rio Guatapurí: nosotros los hijos vamos delante caminando muy despacio, distraídos con la multitud, disfrutando el bullicio de los niños, la alegría de las familias y la música de acordeón de fondo. Mi mamá camina atrás con su amiga, habla sin parar y a veces llora.

Debo confesar que aunque notaba la tristeza de mi mamá, para mí esos días eran los mejores y no podía entender por qué nuestros domingos no se parecían más a esos que venían siempre después de las peleas que mi mamá tenía con mi papá.

Fue entonces, cuando estando en 5º de primaria, la 'seño' Elia nos dijo a las niñas del salón: "niñas, estudien, propónganse ser profesionales, para que puedan trabajar y no depender de nadie para su manutención y la de sus hijos, porque muchas mujeres aguantan los golpes de sus maridos, por miedo a que éstos se vayan y sus hijos queden sin el pan de cada día". Ese día entendí por qué mi mamá regresaba a casa y aguantaba esa vida que tenía, ella apenas hizo 3º de primaria y no sabía hacer otra cosa que los oficios de ama de casa y ayudar a mi papá en sus negocios. Las palabras de la seño Elia se convirtieron en mi lema y desde ese día decidí que estudiaría para que mi familia y yo tuviéramos una mejor vida.

Luego, me inspiró la actitud de mi mamá, cuando finalmente, estando yo en 7º, mi papá nos abandonó y a ella le tocó trabajar duro por nosotros. Lo que ella ganaba no alcanzaba para mucho, pero no dejamos de ir ni un solo día al colegio. Que sus hijos estudiaran fue siempre la prioridad de mi mamá. No le importaba ir y venir caminando a su trabajo, con tal de que yo tuviera los pasajes para ir al colegio. No le importaba que sus vestidos fueran viejos, con tal de que sus hijos tuvieran el uniforme, muy limpio y planchado, además. Mi mamá estaba profundamente convencida -y aún lo está- de que la educación es lo más importante para un ser humano, de que estudiando se puede tener una mejor vida o, mejor, como lo dice el slogan, de que "la educación es el camino para la prosperidad", y con sus palabras y acciones siempre nos lo hizo saber.

Mis años de la secundaria fueron muy duros, estudié sin libros y casi hasta sin cuadernos. Mis hermanos compartían un único par de zapatos para ir al colegio. Mi hermana iba en la mañana y al medio día, mi hermano, que estudiaba en la tarde, pasaba por su colegio en chancletas y allí intercambiaban el calzado. Recuerdo que muchos años después le conté a mi hermano que había visto una película muy hermosa llamada Los niños del cielo, y casi llorando le conté lo que esos hermanitos hacían. Él, algo sorprendido, me recordó ese episodio de su vida, que yo ya había olvidado.

En el bachillerato me esforcé por mantener el primer lugar de la clase para que me exoneraran del pago de la pensión, y así siempre fue. Lo hacía no solo por ahorrarle ese dinero a mi mamá, sino además porque seguía con la firme intención de estudiar para "sacar adelante a mi familia". Recuerdo que por haber ocupado el primer puesto del colegio en las pruebas ICFES, y por ser la mejor bachiller, mis profesores reunieron cierto dinero y me lo regalaron. Esa suma me alcanzó para comprar ropa nueva y a la moda, y para convencerme aún más, de que estudiar valía la pena.

Ingresar a la universidad tampoco fue fácil por nuestra economía familiar, pero lo que más me llamó la atención fue que cuando llevé mis papeles para inscribirme a la Licenciatura en Lenguas Modernas, el funcionario que me recibió los documentos me exhortó a aplicar a un programa diferente a una licenciatura, tal vez a una ingeniería, o derecho, pues él no entendía por qué "con ese puntaje ICFES" yo quería ser profesora.

Y pues, yo insistí en estudiar la licenciatura en lenguas, porque gracias a mi seño Elia, aquella profesora de mi primaria, descubrí el amor por el lenguaje. Esta maestra inculcó en mí el interés por la lectura. Ella nos llevaba libros y hacía rincones literarios, con ella montábamos obras para los estudiantes más pequeños del colegio, también nos llevó una vez a pasear por la ciudad en una biblioteca rodante y nos presentó el mundo de la biblioteca pública. ¡Ah, qué profe esta! Tal vez quise ser un poco como esta valiosa maestra que además de las lecciones escolares me enseñó lecciones para la vida, especialmente como mujer.

Cuando estaba en 5º semestre del pregrado en lenguas comencé a trabajar como docente y desde entonces no he dejado nunca de hacerlo, mi vida está definida por mi ser docente, es lo que soy. Me gusta más la palabra educadora, pero para llegar a ella se necesita recorrer cierto camino, como lo diría Héctor Abad padre "El mero conocimiento no es sabiduría. La sabiduría sola tampoco basta. Son necesarios el conocimiento, la sabiduría y la bondad para enseñar a otros hombres". Y yo a veces pienso que me falta mucho de las tres para llamarme educadora.

A los pocos años de graduarme como licenciada en lengua castellana e inglés iba a casarme, pero en unos de esos arranques de mamá gallina que tiene mi mamá me increpó: "¿Entonces te vas a casar? ¿Piensas que por ser profesional ya no queda nada por estudiar? ¿No habías dicho que querías estudiar una maestría?"

Y entonces, la consigna familiar de "primero el estudio" siguió imperando en mi vida y fue cuando me fui de Valledupar a Manizales, sin conocer una sola persona allí, a estudiar una Maestría en didáctica del inglés, y luego a trabajar a Medellín, viajando desde allá hasta Manizales cada fin de semana para terminar el programa. Siempre digo que en ese tiempo, yo hice no solo una maestría en didáctica, sino también una maestría en la vida. Estudiar fuera de la casa, vivir en una ciudad distinta a Valledupar cambió mi vida, fortaleció mi perspectiva como ser humano, como mujer y como profesional.

Cuando después de terminar el postgrado regresé a Valledupar, muchas personas criticaban tal decisión "¿Qué vienes a hacer a este pueblo? ¡Aquí te vas a quemar!" Pero yo tenía -y aún tengo- la firme convicción de que si todos los profesionales de un pueblo deciden no regresar y hacer vida fuera de éste, ¿cuándo el pueblo va a cambiar? ¿No tenemos acaso un compromiso moral con la tierra que nos vio nacer o crecer?

Yo lo tengo y por eso, me honra poder servir a mi pueblo a través de mi trabajo como formadora del Programa Todos a Aprender, al que llegué precisamente gracias a mi historia. Creo que es de los aspectos que más me enamoraron de este programa, que llegamos a él por nuestros méritos, no necesitamos ni recomendaciones políticas, ni "palancas". Llegar a trabajar con el Ministerio de Educación gracias únicamente a mi hoja de vida y a mis aptitudes, me reafirmó una vez más, y le reafirmó a mi mamá y a mi familia, que estudiar vale la pena.

Hay muchas cosas que me llenan de satisfacción con este rol que desempeño; entre ellas está, precisamente, la posibilidad de comunicar a mis coterráneos vallenatos esta gran realidad: la educación es el camino para una vida mejor, una sociedad mejor, un país mejor. Creer en la educación y luchar por la calidad debería ser la consigna de todas las colombianas y colombianos, y yo no pierdo oportunidad para decirlo, a los tutores, a los docentes, a los rectores, a los padres de familia, a los estudiantes.

Hace algunos días, la ministra de educación, María Fernanda Campo, afirmó que "El gran reto de Colombia es volver la educación el tema más importante de la agenda pública" y yo, muy de acuerdo con esta afirmación, agregaría que la educación debe ser el tema más importante de la agenda familiar. Lo más importante para las familias, y lo digo por experiencia, debe ser la educación de los hijos.

Quisiera terminar diciendo que, tal como me lo propuse, mi vida es diferente y mi familia vive mejor. No somos adinerados -en absoluto- pero esas historias de infinitas necesidades y pesares hacen parte ahora solo de las reflexiones que compartimos con estudiantes, sobrinos e hijos acerca de la importancia de la educación. Y también, quisiera decir que de los momentos más significativos de mi vida, está el del día en que llegué como formadora a ese colegio de mi primaria, que está focalizado y me encontré a mi seño Elia, tan sabia y llena de vida como la recordaba.







jueves, 6 de enero de 2022

Tríptico del tiempo

Acertijo

Vacilante las liberaste de aquel albergue 

donde presumiéndose inofensivas retozaban.

Buscando a dónde habían ido, miraste al cielo.

El viento vociferó ¡Yo no me las traje!

Ansioso paseaste tu incrédula mirada,

y fue a ella a quien nuevamente hallaste.

Silenciosa contemplaba el acertijo por fin resuelto:

eran ellas las piezas que siempre sospechó faltaban.

Así terminó la partida en la que la victoria fue asegurada

por apócrifos jugadores. 


Mis ojeras

Visto con orgullo mis ojeras,

no las maquillo, no las escondo.

Son ellas las huellas visibles

del camino que transito

para encontrarme conmigo misma

y con mis sueños.

Son el rastro, el indicio, la pista

de esta marcha y este viaje

que he nombrado plenitud.


Instrucciones para [yo] amanecer contigo

Aún con los ojos cerrados agradecer al universo por tres cosas y entre ellas incluir el evento que eres en mi vida.

Abrir los ojos y notar tu indefensa humanidad extendida sobre la cama; fijarme en tus piernas y brazos desnudos. Suspirar.

Sonreír calladamente al observar el vaivén de tu cuerpo, que sube y baja a ritmo con tu respiración. [Ahh…tu respiración, ese sonido vital que mueve las fibras de mi alma]

Deslizarme suavemente hacia tu espalda para abrazarte con delicadeza, mientras respiro el excitante olor de tu cuerpo dormido.

Inclinarme milimétricamente sobre tu rostro para rozar con mis labios la mejilla que, con confianza al mundo que es la habitación, expones.

Levantarme muy despacio, previniendo movimientos bruscos que puedan despertarte.

Caminar en puntillas hacia el baño y luego hacia la cocina.

Atrapar con sigilo la manilla de la puerta y girarla pacientemente.

Detenerme en el umbral para apreciar tu pecho de escasos bellos y la cicatriz que lo adorna y que secretamente nos pertenece.

Cuidarme de hacer ruidos al preparar agua caliente para tu té.

Sentarme a leer las noticias del día.

Levantar la mirada al sentir tu presencia recién levantada que hacia mí se dirige.

Mirar sonreída tus ojos mientras espero el beso anónimo con el que me das los buenos días.

viernes, 12 de marzo de 2021

VOCES NO AUTORIZADAS

 Sobre los niños y las niñas, y su voz

La violencia contra los niños y las niñas es ejercida cada vez que silenciamos su voz o, como adultos, les creamos una. Un país en paz, un país viable, necesitará escuchar lo que los niños y las niñas tengan que decir; en todos los espacios que habitan y por los que transitan; en lo institucional y lo cotidiano, en lo oficial y lo privado, en todo tiempo y lugar.

Las relaciones de poder que se establecen entre adultos y niños y niñas menoscaban la humanidad de estos últimos, de estas últimas; reduciéndolos y reduciéndolas, en el mejor de los casos, a sujetos de protección, y muy comúnmente mutilando cualquier viso de autonomía. Pareciera como si el tamaño de su cuerpo los y las incapacitara del todo para proponer sobre cualquier asunto.

¡Que digan, que cuenten, que escriban, que se escuchen y lean entre ellos; para enterarse, para enunciarse, no para corregir o ser corregidos, corregidas! Pienso en esta cita de Hoban (1975, 100):

        Each new generation of children has to be told: 'This is a world, this is what one does, one lives like this.' Maybe our constant fear is that a generation of children will come along and say, 'This is not a world, this is nothing, there's no way to live at all.'

A cada nueva generación de niños y niñas se le dice: 'Esto es un mundo, esto es lo que uno hace, uno vive así'. Quizá nuestro miedo constante es que una generación de niños y niñas venga y diga, 'Esto no es mundo, esto es nada, no hay manera de vivir así.' (Traducción propia)

Voy a dar algunos ejemplos sobre cómo se acallan las voces de los niños y niñas, uno cotidiano que observo mucho, y otro más desde la academia. Es común que los cuadernos de colegio sean marcados con el nombre y otra información que permitan devolverlos en caso de que se extravíen, creo que esa es la función. Pues bien, sucede con aterradora frecuencia que esta información, que usualmente va en la primera hoja y que se decora con imágenes y colores, sea escrita por alguien diferente al dueño o la dueña; incluso pagan a alguien para que lo haga. Y es muy triste que un niño o una niña ni siquiera pueda tener su impronta en algo tan suyo como sus cuadernos.

El otro ejemplo tiene que ver con la llamada Literatura infantil que considera y estudia sobre todo lo producido por adultos, y no digo que no sea válido que adultos escriban para niños y niñas, al contrario gracias a estas producciones puede que este sea un mundo mejor; lo que digo es que pareciera que no hay espacio para considerar dentro de esta literatura aquella que niños y niñas producen sin autorización: cuentos, juegos, canciones que crean y se comparten entre ellos de manera espontánea, todas esas fórmulas orales que utilizan para "descifrar el mundo de los adultos, para ridiculizar el poder y, en cierto modo, para legitimarse." (Fanuel Hanán Díaz, 2020, 15), y que debieran promoverse y estudiarse.

Propongo entonces comenzar a escuchar más lo que las niñas y los niños tienen por decir, desde una actitud auténtica, no posuda ni condescendiente, en consideración a lo válidas y válidos que son como interlocutores; y por otro lado, seguir pensando, para cambiar, en todo aquello que, incluso inconscientemente o hasta bienintencionadamente, hacemos y que injustamente las y los silencia. ¿Podemos pensar en algunos ejemplos?