Una amiga muy querida, maestra de secundaria en
una escuela pública de Colombia, me escribe el 7 de marzo casi a las diez de la
noche el siguiente mensaje:
(Tengo autorización de mi amiga para usar esta imagen)
A esa hora probablemente yo ya
estaba dormida o, en todo caso, ya estaba desconectada del móvil. Sin embargo,
su pregunta me quedó resonando y esta publicación, algunos días después, es mi
respuesta.
Alguna vez
por el 8 de marzo escribí una publicación en este mismo Blog. Fue un
ejercicio interesante, especialmente por las conversaciones con mujeres y
algunos hombres que el escrito suscitó. Usualmente, el 8 de marzo, el 25 de
noviembre y cada vez que puedo comparto en mis redes piezas gráficas y
reflexiones acerca de los distintos tipos de violencias que padecemos las
mujeres desde que estamos pequeñas. Sin embargo, debo confesar que a veces me canso. No
siempre es fácil andar con la pancarta haciendo pedagogía y quizá por eso esta
vez no pensé en publicar nada. Me doy el permiso de cansarme, pero sé que es un
respiro y que debo seguir, me gusta seguir, necesito seguir, por mí, por mi
hija y por mis sobrinas, por mis hermanas, mis amigas y todas las mujeres; porque
nuestra lucha es colectiva y es aún muy necesaria, no me puedo rendir.
Así entonces, la respuesta, querida amiga es que no tengo algo escrito sobre el Día de la mujer. No obstante, me parece importante la pedagogía con estudiantes que te propones realizar para desterrar -aunque sea de a poco- esa idea instalada de celebrar “el Día de la mujer” en los colegios -y en tantos otros escenarios- con rosas, serenatas y mensajes sobre nuestra delicadeza, ternura, abnegación y tantas otras supuestas “virtudes” que juegan al servicio del patriarcado. Mientras de acciones y reflexiones, como dicen en nuestra tierra, “pocón, pocón”.
Ahora, aunque no preparé un escrito para la fecha, me gustaría recomendarte la lectura de algunos artículos de Biblioteca de señoritas, una revista semanal publicada en Bogotá entre 1858 y 1859. De acuerdo con los redactores, esta publicación constituye una urna o un depósito sagrado para cultivar las virtudes deseadas en las “jóvenes neogranadinas”, dueñas del “imperio de la hermosura y del corazón”. Así, dirigido a las jóvenes o a las señoritas, como se anuncia desde su título, la revista incluye artículos como “La coquetería” (Núm. 15), “La hipocresía” (Núm. 16), “De la cortesía” (Núm. 25), “Las crinolinas y los anticrinolistas” (Núm. 27) -recomendado para hablar sobre las modas-, y un par más que mencionaré en este texto, entre otros que buscan instruir a las jóvenes sobre diversos asuntos, morales e intelectuales.
Sé que
parece que estas publicaciones son de una época muy remota, y pues sí, son de
hace dos siglos; han pasado más de 160 años desde su divulgación. Aun así, por
increíble que parezca, estos textos que te propongo pueden promover
conversaciones interesantes con tus estudiantes e incluso pueden resultarnos
vigentes y, lo más importante, ayudarnos a entender el presente para
transformar el futuro.
Me
gustaría referirme ahora a un artículo publicado en el número 29 de la revista,
el 17 de julio de 1858, que lleva por título “Crisis matrimonial”. Supongo que,
como lectora juiciosa, ya estás elaborando hipótesis sobre el contenido del
texto. El artículo, firmado bajo el seudónimo “Demócrito, hombre de letras (de
cambio)”, trata de explicar la crisis que enfrentan por ese entonces los
casamientos; es decir, “los enlaces conyugales” entre un hombre y una mujer. No
podía ser de modo diferente en la época.
Según lo
que cuenta Demócrito había por aquellos días un “inmenso sobrante de
solteronas inamortizables”. La metáfora con el mundo financiero y todo el campo
semántico relacionado con las finanzas desplegado en el texto: “déficit,
bancarrota, libranza, negocio, transacción, quiebra, vales” podría parecer un
artificio humorístico; sin embargo, si nos detenemos un poco en ello, podríamos
establecer relaciones históricas entres los matrimonios y el mercado o la
economía. Esto sin profundizar en que son las mujeres solteras, “las
solteronas”, las que sobran. Si las alianzas son entre hombre y mujer, se asume
que también hay solteros, ¿por qué ellos no son solterones? ¿Por qué no sobran?
El
artículo intenta exponer las razones que distintos sectores alegan sobre la
crisis; que los hombres buscan dotes, que pocas tienen; que las mujeres son muy
vanidosas, con lo que espantan a los pretendientes que temen no poder complacer
los costosos gustos de sus futuras consortes. También expone las posturas
negacionistas de algunas mujeres que, “temiendo que la sociedad se declare en
quiebra”, aseguran que ¡la tal crisis no
existe!
En todo
caso, proclamándose patriota, el autor promete contribuir a la discusión,
“viendo el embarazo en el que se encuentra el poder femenino”. Es decir, la
crisis la experimentan ellas, aunque para casarse necesiten un él. ¿Tendrá
alguna relación esto con la economía y las finanzas de las que el escritor ha
hecho metáfora todo el tiempo? Así, intenta, como antes, mostrarse neutral,
exponiendo razones de un lado y del otro, explicando la postura de un lado y la
del otro. La causa antimatrimonial, sanciona Demócrito, no tiene que ver ni con
“la falta de dotes de las señoritas [ni con] la metalización de los jóvenes”.
Concluye, entonces, que las causas verdaderamente antimatrimoniales están relacionadas con el hecho de que las jóvenes de ese entonces se estaban guiando más por cálculos a la hora de elegir pareja que “por los nobles impulsos de su corazón”. El problema era, entonces, que “cada año la cabeza [había] ido usurpando alguna pequeña parte al corazón femenino”. Así pues, la crisis matrimonial, que llevaría la sociedad al abismo, se debía a que las mujeres estaban usando cada vez más la cabeza, cada vez más su razón. Me han asaltado muchas preguntas al leer esta parte, ¿si usáramos más nuestra razón nos casaríamos menos? ¿Mejor no usemos nuestra razón y así conseguimos pareja? ¿Las relaciones amorosas no admiten raciocinio, especialmente de nuestra parte?
El autor cierra proponiendo un decreto para superar la
crisis matrimonial. Entiéndase que quienes debían corregir algo eran las
mujeres, por lo tanto, era a ellas a quienes aplicaba lo decretado por Demócrito:
Artículo 1. El corazón volverá a tomar su lugar y
la cabeza el suyo.
Artículo 2. Tanto el corazón como la cabeza
tendrán un gobierno soberano e independiente. (p. 5)
Querida
amiga, todo esto podría resultarnos gracioso, una broma decimonónica, si no
supiéramos que en nombre del amor se violenta de múltiples formas a las
mujeres. Si no supiéramos que, aún hoy, muchas mujeres llevan vidas
miserables porque “así es el amor” y en asuntos del corazón, mejor no inmiscuir
a la razón. Podría darnos gracia leer esos artículos si no se nos siguiera formando en la idea de que para tener un hombre en nuestras vidas es necesario hacer toda
clase de sacrificios porque, nuevamente, así es el amor.
Por otra
parte, la insistencia en obstaculizar la formación intelectual de las mujeres no se ha quedado en
mero artículo de entretenimiento del pasado. En realidad, los esfuerzos por querernos
ignorantes han sido y siguen siendo una manera sistemática como el sistema
patriarcal ha buscado reducirnos. “Tomaré una esposa educada e instruida para
hacer mi felicidad y la de mis hijos, pero Dios me libre de una bachillera”
(5 mi énfasis) dice el autor de un artículo en el número 28 de esta misma
revista, en el que justo se habla sobre una nueva “institución de señoritas” que
está por ser abierta en Bogotá.
La calidad
de la educación que reciban las niñas y jóvenes en esta institución, dirigida
por Mme Lassalle, será determinada por el despliegue de ciertas virtudes de
parte de las discípulas del plantel, “recato, honestidad, trato ameno, maneras
corteses y amor al trabajo”, pues que las mujeres posean estas cualidades “asegura
la felicidad de la familia”. El autor del artículo señala que vigilará la marcha del
establecimiento, para lo que recomienda enfáticamente prescindir de la formación en “variados
conocimientos en Química, Física, Historial natural”, pues este tipo de
educación es “frecuentemente origen del ridículo e insoportable bachillerismo”. De allí lo que citaba antes sobre la plegaria de este escritor para que Dios lo
librara de una bachillera.
Me pregunto,
amiga, cuántas de esas estudiantes con las que trabajas en 11º, cuántas de
nosotras, tememos mostrarnos “bachilleras”, porque finalmente como reza el
dicho “mujer que sabe latín no tiene marido ni tiene buen fin”. ¿Cuántas
jóvenes y mujeres temen la oportunidad de ser dueñas y constructoras de
conocimiento, con tal de que un “él” no se asuste de ellas, de sus capacidades,
de su potencial? ¿Cuántas mujeres se empequeñecen con tal de obtener o mantener
el sobrevalorado enlace del matrimonio?
Es cierto
que han pasado más de 160 años desde que estos textos fueron escritos, pero aún
estas ideas, especialmente en la construcción de uniones, siguen vigentes. Antes,
como ahora, estas alianzas suponían -en muchos casos- la mejor vía para
asegurar la subsistencia. Históricamente, las mujeres hemos padecido dependencia
económica -aunque pareciera que esto ha ido cambiando y cada vez nos arrogamos
el derecho de tener “nuestra habitación propia”-. Antes, como ahora, por razones
similares o distintas, tener pareja, casarse, tener hijos, ha sido símbolo de éxito
para las mujeres; no cumplir con alguna de estas categorías nos convierte en
incompletas y anómalas.
Así pues, querida amiga, no tengo algo escrito para el “Día de la mujer”, pero aplaudo tu iniciativa de traer textos a la clase para discutir con tus estudiantes y te sugiero leer con ellas y ellos los artículos de la Biblioteca de señoritas que he mencionado en este escrito. Es importante conmemorar esta fecha con acciones reflexivas el 8 de marzo; pero, al mismo tiempo, es necesario reconocer que no se necesita un día específico para hacerlo, cuando estas situaciones y opresiones hacen parte de nuestra cotidianidad, del día a día de niñas y mujeres. Cualquier día viene bien realizar este tipo de ejercicios, por eso sé que mi respuesta a tu pregunta del 7 de marzo llega aún oportuna.
Te abrazo, querida amiga.
Para consultar
https://babel.banrepcultural.org/digital/collection/p17054coll26/id/3249
Anónimo (1858) Biblioteca
de señoritas “Colegio de Santa Ana” Año I. Núm. 28, p. 13-14
Demócrito, hombre de letras
(de cambio) (1858) Biblioteca de señoritas. “Crisis matrimonial”, Año I. Núm. 29, p. 4-5
Nota: En las citas textuales, he actualizado la ortografía de algunas palabras al español de hoy para facilitar su lectura.